martes, 7 de agosto de 2012

Crítica al ensayo "La civilización del espectáculo" de Mario Vargas Llosa. Nelson Manrique: " No existen culturas superiores e inferiores sino culturas de sociedades ricas y culturas de sociedades pobres".


El espectáculo de la civilización (I)

Por: Nelson Manrique (Historiador y sociólogo)

El reciente libro de Mario Vargas Llosa La civilización del espectáculo (Alfaguara 2012) viene provocando, como era de esperar, una amplia polémica.

Vargas Llosa abre su ensayo con una constatación provocadora. Posiblemente nunca en la historia se ha escrito tanto como ahora sobre la cultura, precisamente cuando ésta, “en el sentido que tradicionalmente se ha dado este vocablo, está en nuestros días a punto de desaparecer. Y acaso haya desaparecido ya, discretamente vaciada de su contenido y éste reemplazado por otro, que desnaturaliza el que tuvo” (9). Ese nuevo contenido que ha asesinado a la cultura, o está en trámite de hacerlo, es la civilización del espectáculo.

“¿Qué quiere decir civilización del espectáculo? La de un mundo donde el primer lugar en la tabla de valores vigente lo ocupa el entretenimiento, y donde divertirse, escapar del aburrimiento, es la pasión universal” (23). La muerte de la cultura y su reemplazo por el espectáculo y el simulacro constituye para Vargas Llosa la razón última de todas las desgracias que aquejan al mundo, desde la crisis ética y económica hasta degradación de lo que otrora fueron grandes quehaceres humanos como las letras, el arte, la política, la religión, el sexo, etc.

Para Vargas Llosa el triunfo de la civilización del espectáculo fue una consecuencia de la prosperidad vivida luego de la Segunda Guerra Mundial, que permitió el crecimiento de la clase media, el bienestar, la libertad de costumbres y un espacio siempre creciente para el entretenimiento. El otro factor -el más importante para su argumentación- fue la democratización de la cultura: “Se trata de un fenómeno que nació de una voluntad altruista… (pero que) ha tenido el indeseado efecto de trivializar y erosionar la vida cultural… la cantidad a expensas de la calidad” (26).

La democratización de la cultura, afirma, provocó “la desaparición de la alta cultura, obligatoriamente minoritaria por la complejidad y a veces hermetismo en sus claves y códigos, y la masificación de la idea misma de cultura” (24). Provocó luego la desaparición de la crítica y su reemplazo por la publicidad, “convirtiéndose ésta en nuestros días no sólo en parte constitutiva de la vida cultural sino en su vector determinante” (26). A ella se añadió la masificación, que fue acompañada por “la extensión del consumo de drogas a todos los niveles de la pirámide social” (28), el laicismo, la banalización de la política, el eclipse de los intelectuales, el empobrecimiento de las ideas como fuerza motora de la vida cultural, el reemplazo de la información por el entretenimiento, la frivolización como norma, la degradación del sexo, etc.

¿Qué entiende Vargas Llosa por cultura? En primer lugar, se trata de un bien preciado creado por Occidente, y más específicamente por Europa. En las más de 150 páginas de su ensayo no hay una sola mención a las riquísimas creaciones, pasadas y presentes -ni siquiera en las materias que le preocupan, las letras y las artes-, de la India, China, Japón, Mesoamérica, ni, por supuesto, los Andes. No existe ni la más remota alusión a que éstas pudieran haber influido de alguna manera en el desarrollo de la humanidad. A lo más, figura el mundo musulmán, como reflejo invertido de lo que es la cultura. Europa es la creadora de la “cultura de la libertad” y ésta es la única que merece llamarse “cultura”.

En segundo lugar, como ya se ha visto, la cultura para Vargas Llosa es un quehacer de pequeñas minorías, elites. No cabe siquiera la distinción entre “alta” y “baja” cultura, aunque sociólogos y antropólogos hayan sembrado la confusión sobre una materia tan clara. Los antropólogos “establecieron que cultura era … todo aquello que un pueblo dice, hace, teme o adora”, definición que, por supuesto, él rechaza: “una cosa es creer que todas las culturas merecen consideración ya que en todas hay aportes positivos a la civilización humana, y otra, muy distinta, creer que todas ellas, por el mero hecho de existir, se equivalen ... La corrección política ha terminado por convencernos de que es arrogante, dogmático, colonialista y hasta racista hablar de culturas superiores e inferiores” (46). Los sociólogos, por su parte, han ido más allá, “incorporando a la idea de cultura, como parte integral de ella, a la incultura, disfrazada con el nombre de cultura popular” (idem).

Hay, pues, bastante materia por discutir. Volveré sobre el tema.






En su libro La civilización del espectáculo (Alfaguara 2012) Mario Vargas Llosa rechaza que las culturas tengan igual valor. Para él, es un hecho establecido que hay culturas superiores e inferiores y sólo el miedo a la sanción social impide proclamar públicamente esta obvia verdad: “La corrección política ha terminado por convencernos de que es arrogante, dogmático, colonialista y hasta racista hablar de culturas superiores e inferiores” (46).

La distinción que él establece entre culturas vale también para adentro, para los componentes de una cultura nacional, porque las creaciones populares no merecen el nombre de cultura. Los sociólogos, sostiene, han enredado las cosas, “incorporando a la idea de cultura, como parte integral de ella, a la incultura, disfrazada con el nombre de cultura popular” (idem). Para él, tiene una gran culpa en esta desgraciada deriva el crítico literario ruso Mijail Bajtín: “Bajtín y sus seguidores … abolieron las fronteras entre cultura e incultura y dieron a lo inculto una dignidad relevante” (47). El resultado ha sido un discepoliano cambalache: “De este modo han ido desapareciendo de nuestro vocabulario, ahuyentados por el miedo a incurrir en la incorrección política, los límites que mantenían separadas a la cultura de la incultura, a los seres cultos de los incultos” (idem).

Comencemos por la desigualdad entre las culturas. Mario Vargas Llosa está absolutamente convencido de la superioridad intrínseca de la cultura europea: “la civilización”, el culmen del desarrollo cultural de la humanidad, “la cultura de la libertad”, que todos debieran tener la dicha de alcanzar. Dicho sea de paso, ese es el don que prometen los proyectos coloniales: “civilizar” a los nativos. Por supuesto, Vargas Llosa se refiere a la cultura europea nacida con la modernidad, pues hasta inicios del siglo XVI la Europa que salía del Medioevo se encontraba atrasada con relación a otras culturas, como la china, como lo ha mostrado, entre otros, el francés Olivier Dollfus.

¿Cómo explicar que unas culturas alcancen una difusión universal y otras terminen arrinconadas, o eventualmente desaparezcan? Para Mario Vargas Llosa esto es el resultado natural de la superioridad de unas y la inferioridad de otras: el castellano se impone y el quechua y el náhuatl declinan porque la cultura asociada a aquel es superior a las de éstos.

Pero, variando el ángulo de enfoque, resulta difícil creer que al iniciarse la expansión europea la cultura castellana fuera significativamente superior a la catalana, gallega, vasca o valenciana, para hablar de sus vecinas, o la provenzal, para ir más allá de los límites de España. Quienes conocen estas lenguas opinan que son tan buenas como el castellano. ¿Cómo explicar entonces que cinco siglos después sus vecinas sean apenas lenguas regionales de unos pocos millones de hablantes, mientras el castellano (español, para los españoles) sea la lengua hablada por 500 millones de seres humanos, la segunda más hablada del mundo (tras del chino mandarín) por el número de personas que la tienen como lengua materna, sea hablada en 75 países y sea el idioma oficial de 21? Esto no es el resultado de su intrínseca superioridad sino de que era la lengua hablada por la potencia colonial que impuso su hegemonía en el mundo durante tres siglos.

El poder económico colonial –y por supuesto el militar que le acompaña– permite imponer la lengua y la cultura de los conquistadores. Eso lo tenía muy claro Antonio de Nebrija, el autor de la Gramática de la Lengua Castellana, la primera gramática de una lengua popular del mundo, en una fecha tan temprana como 1492, cuando la dedicó al rey de España explicando que sería un instrumento fundamental para imponer la cultura del conquistador a los vencidos. El mismo razonamiento vale para el portugués, hablado hoy por más de 250 millones, y para el inglés, la lengua impuesta por Inglaterra y EEUU, las dos potencias hegemónicas durante los dos siglos siguientes, que hoy es hablado por mil millones.

No estamos pues ante “culturas ricas” y “culturas pobres” sino ante culturas asociadas a sociedades ricas (y poderosas) y culturas asociadas a sociedades pobres (y dominadas). La cultura, como todo quehacer humano, tiene una base material y en la relación entre ambas está la clave de su fortuna, o la falta de ella.




Por: Nelson Manrique (Historiador y sociólogo)




 
En La civilización del espectáculo (Alfaguara 2012, Mario Vargas Llosa afirma que existen culturas superiores e inferiores y además que, al interior de un mismo grupo social –como una nación por ejemplo– solo merece el nombre de cultura la producción de una pequeña elite, quedando fuera el quehacer creativo del resto de la sociedad.

Vargas Llosa rechaza hasta la separación entre la “alta cultura”, “cultura culta” o “cultura de elite”, y la “baja cultura” o “cultura popular”. Para Vargas Llosa, los sociólogos empeñados en hacer crítica literaria han sembrado la confusión sobre este tema, “incorporando a la idea de cultura, como parte integral de ella, a la incultura, disfrazada con el nombre de cultura popular” (p. 46). La “incultura”, según el diccionario de la RAE, es la “falta de cultivo o de cultura”. El resultado, sigue MVLl, es un oceánico cambalache, que podría terminar en “un mundo sin valores estéticos” y hasta en extinción de la cultura misma: “De este modo han ido desapareciendo de nuestro vocabulario, ahuyentados por el miedo a incurrir en la incorrección política, los límites que mantenían separadas a la cultura de la incultura a los seres cultos de los incultos” (ídem). Detengámonos en las relaciones entre la “cultura de elite” y la “cultura popular”, la no-cultura, para Vargas Llosa.

Un momento decisivo en la historia de la humanidad fue aquel en que aparecieron los especialistas de la cultura; gente que dentro de la división social del trabajo tenía como función exclusiva el trabajo intelectual. Esto solo fue posible cuando la humanidad alcanzó un cierto grado de productividad. Mientras los humanos fueron solo recolectores, cazadores y pescadores todos los integrantes del horda tenían que trabajar manualmente para producir los medios de vida imprescindibles para su supervivencia; quien hubiera pretendido dedicarse solo a las labores del pensamiento hubiera muerto de inanición. Fue solo con el descubrimiento de la agricultura que los humanos empezaron a producir más de lo que consumían y con el tiempo se creó un excedente económico permanente y en continua expansión, que a un determinado nivel permitió la separación del trabajo manual y el trabajo intelectual. Ahora la sociedad podía mantener a una fracción social, los intelectuales, que podían desentenderse del trabajo manual porque la sociedad les aportaba los medios de vida necesarios para su supervivencia.

La distinción fundamental entre la “cultura de elite” y la “cultura popular” es que la primera es el resultado del trabajo de especialistas de la cultura que ejercen el trabajo intelectual como manera de ganarse la vida, mientras que la cultura popular es producida por trabajadores que producen manualmente (artesanos, obreros, campesinos, comerciantes) y adicionalmente producen cultura. Hay estrechas relaciones entre ambas; Antonio Gramsci sostenía que una cultura nacional vigorosa es aquella donde los especialistas de la cultura recogen lo mejor de la cultura popular (mitos, cosmovisiones, saberes empíricos, artesanías) y, premunidos de determinadas herramientas conceptuales, son capaces de convertirlo en saber especializado o “alta cultura”: literatura, filosofía, ciencia y tecnología, arte. A su vez, el saber de los especialistas, convertido en “buen sentido”, retornaba sobre saber popular, enriqueciéndolo. Una de las mayores limitaciones de nuestra cultura peruana es la dificultad de los especialistas de la cultura en buscar en nuestros riquísimas culturas populares los temas sobre los cuales producir un saber especializado original.

Los especialistas de la cultura o intelectuales no son tan libres como creen serlo. En la Antigüedad tenían que trabajar para monarcas (Platón, Aristóteles, Séneca), en la Edad Media para la Iglesia, durante el Renacimiento para las familias patricias que ejercían de mecenas y hoy para el mercado.

Ahí nace uno de los grandes problemas de Mario Vargas Llosa. Su cerrada defensa en la economía de mercado, como la única instancia que debe asignar el valor de las cosas, produce en el ámbito de la cultura resultados que él abomina. En la sociedad del espectáculo: “la distinción entre precio y valor se ha eclipsado y ambas cosas son ahora una sola, en la que el primero ha absorbido y anulado al segundo ... El único valor es el comercial ... El único valor existente es ahora el que fija el mercado” (p. 22).

3 comentarios:

  1. Me parece muy acertada la crítica que usted señala en estos textos sobre el libro del señor Mario Vargas LLosa "La civilización del espectáculo"; acá no se puede señalar que cultura es superior e inferior, vivimos cegados en pensar que la civilización y los avances en todos los aspectos del mundo dependen de la cultura ocidental de Europa, pero no es así, usted mismo lo menciona en la cultura indígena de nuestro pais y la cultura "civilizada" la desigualdad y el centralismo son causas de que no se den las mismas oportunidades a las personas que viven en los lugares más alejados del pais, sin agua sin luz, sin salud sin educación es obviamente que no se avanza culturalmente ni ecoomicamente en una sociedad, y así un sin fin de puntos en contra que he encontrado en el mencionado libro de Vargas Llosa, solo con la desentralización se podrá lograr el avance de una cultura con misma oportunidades.

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  2. no no y no, creo que se esta enfocando en un tema y no ve en realidad el alcance del texto y ademas esta siendo un tanto por decirlo así patriota, esta haciendo esta critica con un amor natural , no me gusta la critica que hace, también es cierto que en algunas cosas tiene razón pero veo a alguien que por testarudo se pierde en un fin especifico.

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  3. ¿porque todo el mundo se empeña ahor aen volver atrás?

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